22.11.13

Por el estrecho de Magallanes


Esta legendaria tierra rezuma historia por todos sus poros. Historia mítica de indígenas que lucharon hasta su exterminio, de conquistadores en busca de quimeras, de ganaderos con estancias del tamaño de regiones, de soñadores buscadores de oro, de osados marinos, de presidios en el fin del mundo. 


Pioneros en una tierra salvaje e inhóspita, y tan bella como ninguna otra.

File:Chile.estrechodemagallanes.png


Hace un par de años atravesé el estrecho de Magallanes en barco, en un emocionante trayecto desde Ushuaia a Rio Gallegos. Ahora volví para conocer la zona de Punta Arenas.

Punta Arenas es una ciudad encantadora, la más antigua de la Patagonia. La más "europea", con sus lujosas mansiones, con su barrio croata, la universidad y la zona franca. Capital de la Región de Magallanes y Antártica Chilena, la más austral de Sudamérica, que se desarrolló como punto de descanso y reaprovisionamiento de los barcos que llevaban mineros a la fiebre del oro californiana, y posteriormente con los gigantescos rebaños de ovejas que pastaban en las estancias patagónicas.

En sus alrededores se encuentran los vestigios de los primeros asentamientos: los restos de la malograda Ciudad del Rey Felipe fundada por el insigne marino español Pedro Sarmiento de Gamboa en el año 1584. Y el Fuerte Bulnes, primer asentamiento chileno en el área, para reclamar la soberaría del incipiente estado.

Mientras paseaba junto al estrecho de Magallanes, mi febril imaginación volaba, evocando lo que habrán sentido esos pioneros atrapados en una naturaleza tan hostil, perdidos en una tierra indómita a miles de kilómetros de su hogar.



































































17.11.13

Parque Pumalín


Parque y Proyecto Pumal�n Cuando el millonario estadounidense Douglas Thompkins compró una enorme extensión de tierra en la parte más inhóspita de la Patagonia chilena, tanto los habitantes como las autoridades sospecharon de las oscuras intenciones de un gringo que prometió conservar esas salvajes tierras en su estado primigenio.

¿Cómo alguien podía comprar una franja de terreno selvático rico en agua y masa forestal, que abarcaba desde el Pacífico hasta la frontera argentina, si no era para explotar sus riquezas, poniendo en riesgo la soberanía chilena en la zona?.

Pero Thompkins, un altruista obsesionado con la protección de la naturaleza y enamorado de Patagonia desde adolescente, cumplió su palabra y creó el más bello Parque Natural que he visto en mi vida.

Thompkins, un escalador reconvertido en empresario de éxito con la creación de las marcas The North Face y Esprit, vendió sus empresas y con las enormes ganancias obtenidas se dedica a comprar tierras a lo largo y ancho de la Patagonia, con la intención de proteger estas tierras de especuladores, que sólo pretenden la explotación masiva de sus recursos naturales.

Pumalín es un espacio protegido de enorme valor ecológico. 290.000 hectáreas de bosque templado húmedo, que en Chile denominan Selva Valdiviana.

Su árbol más emblemático, el altivo y longevo alerce, llamado por los mapuches lahuan, encuentra aquí uno de sus últimos reductos.

El denso bosque, prácticamente impenetrable, abarca desde el mar hasta las altas cumbres andinas. Los conos perfectos de los volcanes emergen, altivos, del bosque, entre lagos prístinos y ruidosas cascadas.

Todo el parque está diseñado con un gusto exquisito. Las instalaciones: casas de guardaparques, campings, senderos, tiendas, albergues, restaurantes; están construidos siguiendo la estética de la ancestral arquitectura chilote.

Dentro del parque hay fundos -granjas tradicionales chilenas-, que desarrollan una agricultura sostenible y venden sus productos ecológicos en la zona, generando riqueza y siendo respetuosos con el medio ambiente.

Mandi y yo dedicamos varios días a visitar este Santuario de la Naturaleza. Recorrimos los senderos del parque, que a ratos nos sumergían en una vegetación tan frondosa que la luz del sol apenas penetraba a través del denso follaje. Con frecuencia, las sendas nos descubrían cascadas que rugían poderosamente, al tiempo que nos acariciaban con la suave lluvia que arrojaban al aire. Helechos de tamaño descomunal, troncos de árboles totalmente tapizados de musgo de intenso verde, praderías más perfectas que campos de golf, lagos de impecable quietud.

Al partir, nos alejamos de Pumalín abrumados por la exuberancia de este lugar, perdido en lo más recóndito de la Patagonia chilena.