Mi viaje finalizó en El Chaltén.
Desde El Calafate con Aitor y Lucía tome un bus que nos transportó atravesando la interminable estepa hasta el pequeño pueblo perdido en el corazón de La Patagonia, lugar de mi ensoñación.
Inicialmente ésta iba a ser una etapa más del viaje que preveía finalizar en Ushuaia, en la Tierra del Fuego, pero una vez allí fui incapaz de moverme hasta el mismo día de mi partida. Allí despedí a Aitor, días después a Lucía y me quedé rodeado de mis amigos argentinos disfrutando de la magia de un lugar especial, único, apasionante.
Ese lugar ejerce en mí un magnetismo que me atrapa irremediablemente. Son sus indescriptibles montañas, sus bosques impenetrables, sus lagos cristalinos, sus anárquicos glaciares , sus ríos vigorosos y ante todo y de modo especial sus gentes entrañables.
Telemarkeé por lugares absolutamente salvajes, comí sabrosos asados en la mejor compañía, paseé relajado, vi anocheceres de belleza casi irreal, conversé tomando mate con queridos amigos,...¡viví intensamente!.
Allí estoy en mi casa, en mi hogar.
Amo La Patagonia.