Estas abruptas, modestas y poderosas montañas, frontera natural entre Polonia y Eslovaquía, fueron nuestra elección anual.
Es ya una tradición, para Aitor y para mi, buscar
cada año una cordillera que nos resulte lejana y sugerente para nuestras
esquiadas.
El año pasado fue Bulgaria,
viaje al que se nos unieron Oier Markinez y Xabier Gatón; la compañía no pudo
ser mejor, así que este año el grupo repitió. Me resulta difícil imaginar mejores
compañeros ni esquiadores más avezados.
Los Tatras conforman la parte más
occidental y de mayor altura del Sistema Montañoso de los Cárpatos, que
se extienden desde Chequia hasta Hungría, pasando por Polonia,
Eslovaquia, Ucrania , Rumanía y Serbia.
Hasta hace muy poco tiempo no sabía ni que había
montañas en Polonia. Ahora estoy seguro de que volveré.
Volveré, porque esta cordillera centroeuropea es
de una belleza espectacular: cumbres escarpadas -refugio de una fauna
variadísima- tapizadas de frondosos bosques e idílicos lagos, con una
infraestructura de refugios impresionante, gente afable, y precios muy baratos
para un europeo del sur. Si a ello le unimos nieve abundante y de gran calidad,
tenemos los ingredientes necesarios para que la experiencia sea gloriosa. El
único problema fue, tal vez, que la nieve era excesivamente abundante.
Al aterrizar descubrimos una Cracovia arropada por
un generoso manto de nieve. Desde allí nos desplazamos en auto hacia el sur, a
través de un paisaje omnipresentemente blanco, hasta Zakopane, capital de los Tatras polacos, que despliega
una importante actividad turística al pie de las montañas.
La gran cantidad de nieve caída y las malas
previsiones meteorológicas nos obligaron a modificar los planes. De la travesía
inicialmente prevista, una semana atravesando toda la cordillera de oeste a este
a través de la línea de cumbres, pasamos a realizar salidas de uno o dos días
evitando las zonas con riesgo de avalancha, y esquivando los días de temporal bajando a descansar a Zakopane, esa
“puerta de los Tatras iluminados por el gran sol”, como lo definiera Eugeniusz
MalaczewsKi.
Nuestro primer encuentro con el powder
polaco fue la ascensión al Pico de Kasprowy Wierch (1.987 metros). Allí
constatamos lo que iba a ser la tónica general del viaje: bajas temperaturas,
abundancia de nieve polvo y viento gélido en las cimas.
En el siguiente asalto ascendimos las cumbres Grześ
(1.653 metros)
y Rakoń (1.876
metros), durmiendo en el refugio de Chocholowska Polana. Una enorme y confortable casona de piedra que, como el resto
de las que visitamos, recuerda la figura de su montañero más ilustre: Karol
Józef Wojtyła, más conocido como Juan Pablo II, quien se definía a sí
mismo, en esa escasamente conocida faceta de poeta, como “una arista joven y
brusca de los Tatras rocosos”.
Información técnica detallada en el blog de mi amigo Xabi:
Ascensión al Kasprowy Wierch.
Ascensión al Grześ y Rakoń .
3 comentarios:
Muy chulo Edu.... y nieve a puntapala. Un saludo.
Vaya envidia barbas! un abrazo y sigue así...que nos encanta! Zuriñe&Olaia&Txasti
A mi tambien me encanta y sobre todo tus barbas que estan causando sensacion por Gasteiz, abrazos!!
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