17.7.14

Cumpleaños


Hace ya muchos años que no celebro mis cumpleaños con las clásicas fiestas en las que se reunen familia y amigos en torno a la tarta, las velas y los regalos.

Esos primeros días de Abril suelo encontrarme esquiando lejos de casa. En esta ocasión la idea era la misma: agarrar los esquís e irme a algún lugar lejano. Pero justo cuando estábamos decidiendo donde ir, recibí unas llamadas telefónicas de amigos del Chaltén animándome a que les hiciera una visita, y dentro de mi se encendió esa luz patagónica que me consume. Guardé todo el equipo invernal en el trastero, compré un billete de última hora a Argentina y preparé el equipaje en tiempo récord.

En Patagonia el verano daba paso a la belleza serena del otoño. Aterricé en Calafate un luminoso día de finales del estío, recorrí ansioso y emocionado la inmensa estepa, ya tan familiar, hasta darme de bruces con la colosal muralla de los Andes Australes.

En Chaltén la temporada llegaba a su fin, la quietud se iba adueñando del pueblo, los bosques se teñían de rojo intenso, y alguna fugaz nevada nos avisaba de que el cambio de estación era inminente.

Fueron días sosegados, de charlas con amigos, paseos por bosques de cuento de hadas, atardeceres frente a lagos incólumes y alguna escalada sencilla en las paredes cercanas al pueblo. 

 La manera perfecta de festejar mi cumpleaños.
























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